martes, 2 de marzo de 2010

Una mañana en el Parque Berrío

Ruido ensordesor, caminantes apurados, carros por doquier, animales deambulando y habitantes de la calle que inician una nueva mañana recostados en el duro cemento que da historia al Parque Berrio.

El fuerte sol de la mañana impide ver la inmensidad de las palmeras que cuentan entre sus ramas el pasar de los años de este sitio de encuentro. A un costado del parque se encuentra el Templo de la Candelaria, su fachada es desgastada y maltratada por las inclemencias del tiempo; a primera hora de la mañana abre sus puertas permitiendo a los devotos recurrentes, trabajadores del sector o simple transeúntes pedir o agradecer a la majestuosa y tradicional señora de La Candelaria.

A diferencia del blanco carcomido de la Candelaria, El Banco de la Republica y la Bolsa de Valores que cercan el parque muestran el poder económico de una ciudad que cada día se levanta buscando un futuro que traiga consigo el progreso y el desarrollo.

Con un cigarrillo en mano y un café aún caliente, los abuelos de la ciudad de Medellín toman asiento para empezar un día más. Rodeando la figura de Pedro Justo Berrio plasmado en bronce y con una mirada fija hacia el horizonte, recordando los inicios, la fuerza y el ímpetu de los antepasados antioqueños que marcaron la historia de la ciudad, y que por los afanes de la vida han sido olvidados.

Las canas evidencian los años, pero las sonrisas dejan ver que el tiempo se detuvo para los abuelos del Parque Berrio. Situación contraria para aquellos a los que las arrugas no los han visitado y siguen corriendo al mismo paso que lo impone una globalidad extendida.

Con un apretón de manos, una gran sonrisa que recoge las arrugas de su rostro, una camisa de cuadros rojos y un pantalón caqui el señor José Ebelio Ramírez cuenta un poco de su historia.

Ebelio es un abuelo más de la ciudad de Medellín que por los años que lleva a cuestas ha sido rechazado por su familia y por la sociedad. Detesta estar encerrado en cuatro paredes acompañado de del Tv. que como él dice “es para bobos”.

Su rutina es ir todos los días al Parque que en tiempo pasados se abría consolidado como el más importante punto de encuentro de los paisas; un lugar de diversión y relajamiento, apropiado para sentarse a hablar con los amigos y olvidar los problemas de la ciudad.

Para Ebelio nada de esto ha pasado de moda, sentarse diariamente en el Parque Berrio es como volver al pasado que tanto añora, y aunque hoy este parque no es un lugar de relajación por el caos que allí se concentra y por los continuos actos delincuenciales, para Ebelio no ha dejado de serlo.

Este es el lugar donde ve muchas “niñas bonitas” pasar, donde se encuentra con sus viejos amigos para jugar un buen partido de ajedrez y donde puede olvidar fácilmente la realidad que lo agobia.

Ebelio con un tono de voz bajo y la voz entre cortada dice: “Los hijos se olvidan de uno, ahora lo único que quieren es que uno se muera rápido pa´ desencartarse”. Después de vivir la muerte de su esposa ya no hay razón para quedarse en casa, este hombre tuvo que afrontar la triste realidad de saber que para sus hijos lo más importante era su mamá, “lo más importante pa mis hijos era su mamá, cuando ella se murió, a ellos se les murió el papá también”, lo expreso con nostalgia.

Pareciera que llegar a viejo en nuestro país no es más que una cruz que la sociedad consumista, la familia y los medios de comunicación se encargan de poner en los ancianos, en los hombres que en tiempos pasados lucharon por crear una sociedad mejor.

Paradójicamente muchos son los que anhelan llegar a viejos, el deseo de los políticos es que el promedio de vida en Colombia aumente, pero ¿para qué?, si los años para los viejos es solo un karma.

Como Ebelio son muchos los que van al Parque Berrio huyendo del desprecio social y del tiempo, que en está sociedad moderna corre a pasos agigantados sin detenerse. Ahora un año parece un mes y un mes tan solo un día.

Pero no hay que tener muchos años encima para estar en el Parque Berrio. Mientras unos cuantos llegan para dejar pasar el tiempo que les queda recostados en los muros del parque otros llegan buscando formas de sobrevivir en una sociedad tan clasista y dividida como la nuestra, en donde o son los ricos o son los pobres.

Ese es el caso de Natalia, una niña que obligada por las circunstancias debe estar todos los días en la esquina del Parque Berrio vendiendo una cuantas varitas de incienso, soportando el desprecio, el abuso y peor aún las constantes insinuaciones de hombres que la ven indefensa y a cambio de unos cuantos pesos le piden que trabaje para ellos.

“Es que este es el lugar del rebusque”, es la expresión que Natalia utiliza cada vez que justifica su presencia en el parque.

Ella no está allí precisamente por querer olvidar la realidad, por el contrario es en esté lugar donde se encuentra cara a cara con ella.
Natalia ha edad de 13 años ha tenido que hacerse cargo de su familia gracias al abandono de su padre. No tuvo la oportunidad de formarse académicamente más que en la escuela de la vida.

Esta llena de sueños y deseo que espera algún día poder alcanzar. Aunque por momentos pareciera que la vida se confabulará para impedírselo, y es que como dicen muchos por ahí “no todos nacemos en cuna de oro”.

El Parque Berrio guarda múltiples historias, cientos de personas se cruzan por sus calles y allí terminan reunidos, todos provenientes de diferentes caminos. Cada uno con un sin número de razones para estar en este lugar.

Lastimosamente el tiempo en el parque no se detiene para todos, este lugar también ha sido tomado por la sociedad consumista y moderna que nos atosiga con su rapidez y que nos lleva desenfrenadamente por un camino que no se sabe donde termina.

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