martes, 2 de marzo de 2010

Una noche de luna llena


Yeison Rivera no imaginó que la noche del 17 de julio del 2007 sería una de las noches más cruciales de su vida. Eran las 7:00 pm cuando Yeison salía de su casa a caminar por las calles del barrio Calasanz con dos de sus amigas.

Para disfrutar de la luz de la noche decidieron tomar un atajo y visitar un tranquilo y oscuro parque. Sentados disfrutaban de una caja de vino y apaciguaban el frío de la noche con unos cuantos cigarrillos.

Eran ya las 9:00pm y dos jóvenes lentamente se acercaban al lugar donde Yeison y sus amigas se encontraban. Uno de ellos con voz fuerte y la mirada fija en el suelo pidió una candela, Yeison sin dudarlo la entrego. El momento era tensionante, sólo la luz de la luna iluminaba aquel lugar; de pronto encendió un cigarrillo y mientras aspiraba su mirada fue fijamente puesta en la de Yeison.

Aquel hombre dijo que debía entregarle todo lo que tenía. Las dos mujeres invadidas por el temor sólo callaban, Yeison saco de su bolsillo unas cuantas monedas, un sencillo y viejo celular, dos cigarrillos y una goma de mascar.

Los dos hombres enfurecidos gritaban que debían entregarlo todo, incluso lo que tenían oculto, pero Yeison no ocultaba nada más, sus pertenencias eran pocas e irrelevantes, así que él solo callaba. La ira fue invadiendo a estos dos hombres y haciendo de la soledad su cómplice, levantaron bruscamente a Yeison de la silla y empezaron a golpearlo sin piedad.

Sus dos amigas no hacían más que llorar. Cada minuto que pasaba enfurecía más a aquellos hombres y uno de ellos saco una navaja de su bolsillo, sin dudarlo la clavo en la espalda de Yeison varias veces.

Él solo podía gemir en medio de su dolor, temía que está fuera su última noche y que la luna fuera su último recuerdo.
Hasta el día de hoy no entiende por qué razón aquellos hombres dejaron de golpearlo y se marcharon con las pocas pertenencias que Yeison había entregado.
Sin fuerzas y con las ropas manchadas de sangre se dirige al centro médico de San Javier acompañado de sus dos amigas, quienes aún no cesaban de llorar. Varios minutos tuvo que esperar sentado para ser atendido y el miedo a perder su vida aún lo acompañaba.

Más tarde se encontró acostado en una de las camillas, acompañado de un doctor y una enfermera. El doctor no dejaba de decir que él estaba vivo de milagro. Unas cuantas curaciones fueron suficientes para que Yeison regresará a casa.

Allí se encontró con su madre, quien no pudo contener el llanto cuando vio a su hijo tan vulnerable e indefenso.

Los días han pasado y Yeison cada día agradece a la vida la oportunidad que le fue dada de seguir disfrutando de este mundo que aunque difícil está cargado de cosas maravillosas, y reconoce que nunca olvidará aquella noche de luna llena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario